Demóstenes

 

Demóstenes

Demóstenes pasó a la historia como el más grande de los oradores griegos. Eso, de por sí, es suficiente mérito. Sin embargo, lo verdaderamente sorprendente de su historia es todo lo que tuvo que hacer para alcanzar la gloria. La suya es una de las historias más edificantes de los grandes personajes.

Demóstenes tenía varios defectos físicos que tuvo que superar. Su salud era muy frágil y constantemente estaba enfermo. Pero lo más grave es que padecía de tartamudez. Esto, por supuesto, era un obstáculo gigantesco para convertirse en una figura pública, como él lo deseaba. Sin embargo, con perseverancia y de trabajo, finalmente encontró la manera de que su voz y su pensamiento se reconocieran.

Demóstenes,  cuánto  talento  tuvo,  recibido  de  la  naturaleza  y  acrecentado  con  el ejercicio, todo lo empleó en la oratoria, llegando a exceder en energía y vehemencia a todos  los  que  compitieron  con  él  en  la  tribuna  y  en  el  foro”.

-Plutarco-

Cuentan que durante su primer discurso fue abucheado por el público. Esto se debía a que Demóstenes tenía un grave problema: era tartamudo. Las palabras se atropellaban en sus labios y no lograba hacerse entender. Se dice que alguien del público le gritó: “¡Ponga el aire en sus pulmones y no en su cerebro!” Esto le causó un grave impacto a Demóstenes. Sin embargo, estaba decidido a alcanzar su meta, por encima de ese obstáculo que parecía tan grande.

Cuenta la historia, o la leyenda, que Demóstenes se impuso un severo régimen para superar sus dificultades. Lo primero que hizo fue afeitarse la cabeza. En aquel tiempo era muy mal visto que alguien se dejara ver si no tenía cabello. Su propósito era obligarse a no salir para dedicarse por completo a trabajar en su objetivo. Practicaba la oratoria hasta el amanecer.

Cuando salían las primeras luces del Sol, Demóstenes iba a la playa. Allí le gritaba al astro rey con todas sus fuerzas. Su objetivo era fortalecer los pulmones. Había aceptado el consejo de aquel personaje anónimo que se había burlado de él. Después de realizar ese ritual, volvía a su casa a practicar. Lo hacía de una forma muy particular. Se echaba un puñado de piedras entre la boca y se ponía un cuchillo entre los dientes. Así se obligaba a hablar sin tartamudear.

Después de varios años con esta disciplina de entrenamiento, Demóstenes logró hablar normalmente. Desde entonces, participó activamente de la vida legal y política de su ciudad. Se dice que sus discursos eran ovacionados por miles de personas. No solo fue el mejor orador, sino también un excelente escritor. Tanto que hoy, más de 2 000 años después, aún figura entre los personajes más destacados de la historia.





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